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Mostrando entradas de diciembre, 2023

La celebridad que otorga el arte

A Fernando Botero lo conocí en marzo del 2012 cuando Bellas Artes celebró sus 80 años con una retrospectiva de su obra. Fue de las primeras veces que tenía una conversación con una celebridad y sí que fue una celebridad, hoy que tristemente se dio a conocer su muerte medios de todo el mundo le rindieron homenaje al artista colombiano. Después de todo su apellido se convirtió en un ismo: “boterismo”.  En aquella ocasión, habamos, sobre todo, de lo que nos apasiona a los dos, la historia del arte. A lo largo de su vida como pintor Botero ha realizado una serie de versiones boterianas de obras universales;  “He sido gran admirador de la pintura antigua por eso les hago un homenaje al mismo tiempo que trato de aprender de ellos”. Ha hecho hasta diez versiones distintas del niño de Vallecas de Valazquez, pero aseguró que nunca lo copió  “Se trata de hacer una versión boteriana de cuadros que son importantes. En la pintura el concepto es lo más importante, más importante incluso que la t

El tesoro rojo

      No es el filósofo el que sabe donde esta el tesoro sino el que trabaja y lo saca.  Francisco de Quevedo Se sentaban en mi cama. Mira, por esta y hacía con la mano la señal de jurar. Lo sentía, el peso, el rechinido de la cama, niña que se me caían los calzones del susto, decía mi pobre abuela.  Si le hubiéramos creído otro gallo nos hubiera cantado. O no. Ya ni sabe uno. Resulta que eso de los tesoros es real y había uno enterrado en una casa de adobe que rentamos un día  Don Vic  y yo a las afueras de Puebla. Ni me acuerdo cómo fuimos a parar a ese pueblo que hoy será dizque muy bonito, pero en ese entonces eran tres calles de terracería y uno que otro ranchillo. Eso sí, mucha iglesia y campanario. La casa se estaba cayendo, si por eso nos fuimos. Si la niña les hacía tremendos hoyos a las paredes si se descarapelaban todas. Tenía su corral y una huertita. Todo era color adobe, sepia, tierra. Le sembré unos malvoncitos pero nunca se me dieron las plantas, no les tengo paciencia.

Bacalao a la vizcaína en navidad

 A veces no conoces el verdadero valor de un momento hasta que se convierte en memoria. Dr. Seuss Memorias de un recuerdo salado Me acuerdo la última vez que cocinamos bacalao juntas, estaban mis hijos, mi prima y sus hijas. También fue la última vez que pasamos navidad con ella. Que yo pasé navidad con ella. Hoy sigue aquí, pero no está. La vi, pero no está. Lo primero que hay que hacer es desalar el pescado. Bueno, con ella lo primero que hacíamos era ir al centro a un recóndito lugar del centro por el Bacalao, el mejor. Llegábamos a un edificio destartalado, subíamos por unas escaleras oscuras, tocábamos en la puerta verde, salía una mano misteriosa y nos entregaba el pescado. Parecía que estábamos haciendo algo ilegal. Y sí era el mejor, el pescado digo, comprábamos mínimo 5 kilos, éramos muchos entonces. Hoy solo quedamos cinco. Era una mesa enorme donde ni siquiera cabíamos los niños.  Se remoja el pescado en agua tibia, mínimo por dos días. Por supuesto, hay que cambiar el agua.