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Mostrando entradas de enero, 2024

Arte, agua y sequía

    La barca durante la inundación, Port-Marly, de Alfred Sisley, 1876 “¡Cállese y le doy agua!”, le decían a mi padre cuando era niño, para que dejara de llorar. Creció rodeado de cactus, nopaleras y mezquites. El agua era, es y siempre será un bien muy preciado en su pueblo. Esa imagen remite a las obras de Carlos Iván Hernández, artista de Sonora que, en sus construcciones visuales, refleja la soledad de un paisaje seco y desértico como el que impera en esa entidad del noroeste de México.   Es te año México vive la peor sequía de los últimos treinta años; al ochenta y cuatro por ciento del país le falta agua. Doscientas diez presas se encuentran a menos de la mitad de su capacidad. El mapa visual del país se torna ocre. Aparecen templos que habían quedado sumergidos en presas, como la iglesia dedicada a la Virgen de los Dolores en la presa de la Purísima de Guanajuato. En los años ochenta, el mundo se cuestionaba cómo una metrópoli como Ciudad de México no se había quedado sin agua.

Arte: En torno a la voz interior

    La peculiaridad expresiva del arte reside en la originalidad de la verdad que se expresa. El carácter único de una pieza es la voz del artista. Más que en ninguna otra disciplina de la vida la personalidad del creador siempre aflora. Así, una jarra de cerámica “bizarra” se convierte en una pieza única de colección y otra más “irreverente” puede alcanzar hasta 107,100 USD en una subasta.    Clarice Cliff y George Ohr fueron ceramistas, en distintas épocas, en diferentes países. Pero ambos son conocidos hoy por la peculiaridad de sus creaciones. Adelantados a su tiempo ambos supieron aprovechar su visión particular para hacer de un objeto cotidiano una obra de arte. Se destacaron por su audacia y creatividad, pero también porque ambos se volvieron expertos en la promoción de su propio trabajo.    En la película  The Color Room , una biopic sobre la vida de Clarice Cliff, llama la atención que eran hombres los que decidían que diseño decorativo era aceptable para una vajilla de su tie

Rosarito, la ahijada de Goya

  La historia se puede contar a través de la pintura. A través de esos testimonios que nos dejan los artistas.  Así sabemos que La Manola de Goya es, posiblemente, Leocadia Zorrilla, su ama de llaves y posible amante, madre de su hija Rosarito (nunca reconocida). La Lechera de Burdeos nos cuenta que posiblemente la pintó Rosarito, fiel alumna de Francisco de Goya; aunque se le ha atribuido el autoría al mismo Goya. »Es un prodigio con los pinceles, como no se ha conocido otro en Madrid» escribe Goya y en otro momento añade «trates a Rosarito como si fuera mi hija».  Hija o no del artista, Rosario logra ser reconocida como pintora en una época marcada por una fuerte discriminación hacia las mujeres. Rosario Weiss (lleva el nombre del esposo de su madre) dejó obras de gran valor estético.  Se cree, aunque nunca se confirmó, que Rosario es hija del pintor y de Leocadia Zorrilla; su ama de llaves durante su destierro en Burdeos. Leocadia había estado casada con Isidoro Weiss, hijo de un jo