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Arte, agua y sequía





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“¡Cállese y le doy agua!”, le decían a mi padre cuando era niño, para que dejara de llorar. Creció rodeado de cactus, nopaleras y mezquites. El agua era, es y siempre será un bien muy preciado en su pueblo. Esa imagen remite a las obras de Carlos Iván Hernández, artista de Sonora que, en sus construcciones visuales, refleja la soledad de un paisaje seco y desértico como el que impera en esa entidad del noroeste de México.

 

Este año México vive la peor sequía de los últimos treinta años; al ochenta y cuatro por ciento del país le falta agua. Doscientas diez presas se encuentran a menos de la mitad de su capacidad. El mapa visual del país se torna ocre. Aparecen templos que habían quedado sumergidos en presas, como la iglesia dedicada a la Virgen de los Dolores en la presa de la Purísima de Guanajuato.

En los años ochenta, el mundo se cuestionaba cómo una metrópoli como Ciudad de México no se había quedado sin agua. Hoy el panorama ha cambiado y, en efecto, la ciudad que se construyó sobre un lago se está quedando sin agua. Dieciocho por ciento de la población en el Valle de México no recibe agua todos los días, mientras treinta y dos por ciento no recibe agua suficiente para atender sus necesidades y requiere el apoyo de pipas.

¿Cómo la ciudad que se inunda no tiene agua? Bajo techo, una instalación artística realizada por el Estudio MAPA en el Atrio de San Francisco, crea una reflexión sobre esta problemática. La estructura, una azotea a nivel de calle, logró captar 17 mil litros de agua en noventa días. Entonces, ¿por qué no se capta la precipitación pluvial? Debido a que los ríos fueron entubados, la gran mayoría del agua de lluvia se pierde, yendo directamente al drenaje.

Tales de Mileto definió el agua como “el principio de todas las cosas” Leonardo da Vinci como “el vehículo de la naturaleza”. Actualmente, en el quehacer artístico el agua fundamenta la temporalidad y permanencia del mundo que nos rodea. Es objeto, sujeto y reflexión. Es paleta en tonos azules, es transparencia, es exceso y falta. Alfred Sisley pintó las Inundaciones, ocasionadas por el Río Sena, y su interacción en el paisaje urbano. Claude Monet la convirtió en contenedor de vida, en espejo que devuelve la luz. Durante mucho tiempo, David Hockney odió dejar ese paraíso que tenía junto a su alberca. El fotógrafo australiano David Gray mostró las huellas que ha dejado en el paisaje australiano la sequía que ha asolado al continente. En Nueva Gales del Sur, con un dron, desde el cielo, se hace evidente lo que escapa al ojo humano. A ras del suelo la tierra se siente desolada, el polvo marrón lo cubre todo, pero desde las alturas se observan los colores y las texturas, que transforman el paisaje en una obra de arte. Nunca es lo mismo imaginarlo que mirarlo y sentirlo.

Anitzel Díaz

Publicado en La Jornada Semanal


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