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Arte: En torno a la voz interior

  


La peculiaridad expresiva del arte reside en la originalidad de la verdad que se expresa. El carácter único de una pieza es la voz del artista. Más que en ninguna otra disciplina de la vida la personalidad del creador siempre aflora. Así, una jarra de cerámica “bizarra” se convierte en una pieza única de colección y otra más “irreverente” puede alcanzar hasta 107,100 USD en una subasta. 

 

Clarice Cliff y George Ohr fueron ceramistas, en distintas épocas, en diferentes países. Pero ambos son conocidos hoy por la peculiaridad de sus creaciones. Adelantados a su tiempo ambos supieron aprovechar su visión particular para hacer de un objeto cotidiano una obra de arte. Se destacaron por su audacia y creatividad, pero también porque ambos se volvieron expertos en la promoción de su propio trabajo. 




 

En la película The Color Room, una biopic sobre la vida de Clarice Cliff, llama la atención que eran hombres los que decidían que diseño decorativo era aceptable para una vajilla de su tiempo. Cliff, rompiendo no solo con los cánones estéticos de la época sino la forma de comercializar la cerámica utilitaria, le vendió sus piezas directamente a las mujeres. Sus jarras, tazas y platos de formas peculiares, patrones geométricos y colores brillantes modernizaron las cocinas de las inglesas cuando el art decó apareció en la escena de las artes visuales durante las décadas de 1920 y 1930.

 

Clarice Ciff fue una diseñadora inglesa y autodidacta que tuvo que dejar la escuela y comenzó a trabajar a los 13 años en una fábrica de cerámica para ayudar con la economía familiar. Fue ahí donde encontró lo que sería su forma de vida y donde conoció a su futuro esposo: Colley Shorter, hijo del propietario de la fábrica donde trabajaba. Fue ahí donde creó sus piezas más famosas, la serie “Bizarre Ware”.  Sus diseños irrumpieron en el mundo conservador y tradicional que dominaba la industria. Audaz, creativa y peculiar, encontró la inspiración en la naturaleza; flores estilizadas, paisajes geométricos y coloridos. Piezas lúdicas que conquistaron las cocinas de la clase media inglesa de la época. En la década de los treinta produjo una serie inspirada en la música del compositor francés Maurice Ravel; minimalista, solo algunos toques de naranja y verde, guiños repetitivos como el bolero del músico. Fue de las primeras mujeres en firmar la producción de una vajilla bajo su propio nombre. 




 

Por su parte George Ohr, nació en 1857 en Biloxi, Mississippi, Estados Unidos y se hizo famoso, mucho después de su muerte, por las formas retorcidas, onduladas y asimétricas de sus piezas. Autodenominado como el "Alfarero Loco de Biloxi", buscó toda su vida el reconocimiento y se promocionaba a sí mismo como un artista único e innovador. Su obra, lejos del personaje que se creó de peculiar y excéntrico, tiene una exquisita delicadeza que destaca por su sentido del humor. Cercana a la estética picassiana tiene una sofisticación formal que cuestiona la división entre artesanía y arte, entre lo común y lo extraordinario, entre lo deforme y lo bello, entre lo peculiar y lo ordinario. 



La primera vez que se sentó en un torno de alfarero, Ohr supo que había encontrado su vocación. Fue ahí donde experimentando logró piezas imposibles tanto en su forma como en su formato. Dando reversa en el torno creó vasijas casi traslúcidas que parecen derretirse ante el espectador. Sus tazas no sirven para beber, sus platos a menudo tienen grietas profundas. Los críticos calificaron su obra como oscura, irreverente, incluso obscena (muchas de sus piezas simulan órganos sexuales). 


En 1894, cuando un incendio destruyó su taller y muchas de sus obras, cambió de profesión. Cincuenta años después de su muerte, en 1965, el dueño de una barbería y vendedor de antigüedades descubrió miles de piezas en un garaje en Biloxi. Hoy George Ohr es considerado una figura prominente del arte estadounidense; una de sus piezas logró en una subasta los 107,100 USD.


Cuando un artista crea una obra con una peculiaridad destacada, logra transmitir su visión única del mundo. A lo largo de la historia, los movimientos artísticos han surgido a partir de artistas que desafiaron las normas establecidas y presentaron nuevas formas de expresión. 






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