Antonia cuarenta y seis A la negra siempre la vi poco. Desaparecía cada dos por tres con un militar. Siempre un militar. Mi papá también fue soldado. Eleonor, mi abuela, fue hija de un hacendado y una sirvienta, fue la hija perdida de Don Aureliano, el último dueño de la Hacienda de La Santa Cruz. Eleonor pasó de ser la hija de la sirvienta, a la hija del hacendado, a la esposa de Valentín, a viuda de la Revolución, en menos de quince años. Pobre mi abuela, cuando pienso en ella siempre la veo sentada en su sillita, con la vista perdida. Mi niña, me dijo siempre. Eso es lo que pasa cuando tienes dos madres. La negra me parió y aparecía cuando la consciencia le recordaba que tenía hijos. Eleonor me crio. Me dio de comer, me vistió, me acurrucó para dormir. Fuimos bien pobres, Eleonor, la hija del hacendado, lavaba ajeno. Si no le hubieran quitado el pretendiente otra cosa hubiera sido. Si Emiliano Zapata no le hubiera matado el marido otra cosa hubiera sido. Si la revolución no le hub