¿Qué quieres ser de grande, Celeste? —Mmm… Niña— se levanta y se va, en la puerta se detiene un momento— y rica. Desde niña lo tuvo claro, con lo que no contaba es que la vida pocas veces te da lo que quieres. Creció rodeada de todas las comodidades y hasta lujos que una niña puede desear. Siendo hija única, de uno de los azucareros más importantes de la isla, no había nada que no tuviera. Esto nubla la realidad, o más bien la disfraza de colores brillantes, llenos de sol. Al calor insoportable del medio día la nana oscura de ojos claros le decía —Esto no te va a durar niña, vas a ver cómo un día vas a ser tú la que me esté sirviendo. En el ingenio había mucha gente así como su nana: oscura, que la miraba de lejos, no se podían acercar a la señorita; nunca. Había un niño de la misma edad que ella que la miraba como si fuera una estatua en una iglesia. De lejos y con reverencia, ella lo sabía: se sabía reverenciada, era hermosa. Las personas, las otras, las que sí podían acercarse a