“Roma no está en Roma; está toda entera donde yo estoy.” Pierre Corneille
El éxodo cubano
En el verano de 1994, alrededor de 32, 362 cubanos escaparon de la isla en balsas; otros, los menos tomaron un avión. Uno, Luis, llegó a México a estudiar becado en la UNAM en 1995.
Cuba se está convirtiendo en un país de ancianos y niños, los que ya no pueden emigrar y los que todavía no se van. Solo a México llegaron 14,133 cubanos entre enero y abril del 2022 en situación migratoria irregular.
Si bien es cierto que Cuba fue refugio para una gran cantidad de exiliados españoles (se calcula que al menos 50.000 españoles se refugiaron de la dictadura de Francisco Franco en América Latina), la Revolución de mediados del siglo pasado generó un éxodo masivo que se prolonga hasta el día de hoy. Según el Departamento de Estado de EUA, en los años posteriores a la Revolución de 1959, cientos de miles de cubanos huyeron del país.
Hoy la isla vive una de las mayores migraciones en su historia. En 2020, durante la pandemia de Covid, el producto interno bruto (PIB) de Cuba cayó un 11%, la segunda peor caída registrada en la historia del país después del desplome de los años noventa. Cuba se cerró. De acuerdo con el diario El País, solo en un año, el 2% de sus habitantes (más del 4% de su población económicamente activa) han emigrado a Estados Unidos; unos 224.000 cubanos.
Un largo adiós
La historia de Luis se repite como un eco. Familias enteras diseminadas por el mundo. Familias en las que solo una generación, que hoy está huyendo, pudo vivir en la isla. El abuelo de Luis, Lorenzo, llegó como refugiado de España; su madre Caridad, murió en Cuba; su hijo hoy vive en Holanda; su hermano Carlos, en España. Su padre Nazario, el único que no se había querido ir, finalmente está fuera.
Luis llegó a México en 1995. Sus padres cubanos, sus abuelos españoles y sus hijos prefieren vivir en Europa. En la isla que lo vio nacer solo quedaba su padre. “Un día como hoy saliste de Cuba hace 12 años. Cierro mis ojos y recuerdo perfectamente tu mirada desde el cristal de atrás del ómnibus donde te montaste para coger el avión, esa la tendré grabada en mi mente mientras tenga uso de razón, tu adiós cuando te ibas. Pero bueno vamos a dejarnos de esas cosas., han sido muy largos y difíciles, pero también positivos…” escribió Caridad a su hijo Luis.
Cuando se fue su hijo, esta vez de México, Luis no lloró, estaba nervioso, ansioso, solo dando instrucciones finales… “lo más importante mantén tu cubre bocas puesto todo el tiempo, lávate las manos, pórtate bien, estudia mucho”… Entonces simplemente se dio media vuelta y salió del aeropuerto. De regreso a su casa recordó cuando su hermano se fue, hace más de treinta años. Cómo lloraba su madre, apretando su mano, su padre, estoico como siempre, solo se despedía con un sutil movimiento de cabeza. Todos sabían que él no iba a volver y que no faltaba mucho para que Luis se fuera también. Era 1994 y la peor crisis económica en azotar la isla estaba en su peor momento.
Carlos, hermano de Luis, salió de Varadero rumbo a Europa, su familia española, quien lo acogió, solo pudo sacar un boleto de allí. Toda la familia fue a despedirlo. Pasaron el día en la playa donde tantos veranos disfrutaron juntos. Almorzaron, caminaron por el pueblo. En el avión solo había un cubano. A las cuatro de la tarde, cuando el sol estaba más fuerte, finalmente fueron al aeropuerto y se despidieron. Carlos no ha vuelto a pisar La Habana, Luis sólo volvió después de 15 años.
Nazario fue el último en partir, tardó 80 años en partir. Hoy está en Tenerife, esperando papeles ¿de dónde? De donde sea: España, México, Estados Unidos. “Ya no supe quedarme. Sin Caridad, sin mis hijos. Llegó la pandemia, luego los huracanes. Esta isla ha sido golpeada tantas veces”. Le dedicó su vida a la Revolución y a la medicina. “No es que fuera revolucionario es que sin la revolución, no hubiera sido médico”, cuenta con su batido de mango en la mano. Imagínate tú, hijo del capataz de un ingenio, qué iba yo a estudiar. Por eso me quedé. Cuando empecé a estudiar todo aquello no tenía ni pies ni cabeza, la Universidad no paraba de huelgas. Tardé años en acabar de estudiar. Por eso iniciamos la facultad en Sancti Spiritus. De donde era Caridad, ahí hicimos nuestra familia”.
La historia oficial de la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spiritus, dice así: Fundada oficialmente el 27 de julio de 1986 por el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, la antigua Escuela de Medicina, ha egresado a más de 24,900 médicos, licenciados y otros profesionales de la Salud. Nazario recibió hace cinco años un reconocimiento, el discurso que le dedicaron comienza así: “Hay hombres que dejan tras sí una estela de ideas; otros, de acciones, pero hay algunos que imbrican ambas y son los que despiden luz con su presencia”.
Una historia que comenzó en España
Lorenzo Robredo, abuelo materno de Luis, llegó a Cuba en 1935 cuando tenía 14 años. La guerra asolaba España y para ponerlo a salvo sus padres lo embarcaron. Cuando llegó solo tenía un sobre con un nombre: Vicente Vicario con la instrucción de buscarlo y decirle que era su sobrino, que lo enviaban desde Ezcaray. Lo encontró, era tendero en la provincia de Sancti Spíritus, ahí pasó el resto de su vida Lorenzo. Ahí se casó, formó una familia y tuvo dos hijas: las jimaguas Robredo que un día les dio por tomar las armas y luchar. Se convirtieron en brigadistas alfabetizadoras. Lo dejaron todo y se convirtieron en revolucionarias.
Caridad se casó con Nazario, médico de profesión. Le dedicó su vida a la Revolución y a su familia, durante años ayudó a su esposo en el manejo de la de la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus. Vio partir a cada uno de los miembros de su familia y la de Nazario, un éxodo sin fin. En 1995, durante lo más álgido del período especial, Caridad se enfermó por una insuficiencia alimentaria, por la falta de proteínas. Finalmente años después le pasaría factura. Murió en el 2011.
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España, Cuba, Miami, México, Tenerife, Holanda, un largo viaje, una larga despedida.
En Cuba no queda nadie es un dicho que repiten los cubanos cada que se encuentran en alguna ciudad del mundo.
Anitzel Díaz
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