Ir al contenido principal

El loco mundo del arte en tres actos

 

En mayo de este año las noticias más sonadas en el mundo del arte fueron el pastelazo que recibió la obra más famosa del mundo, la Mona Lisa, y la pintura de Anna Weyant, Falling Woman, subastada por Sotheby´s. Anna tiene veintisiete años y es la pintora más joven jamás representada por la Gagosian Gallery. El cuadro alcanzó el precio de venta de 1 millón 600 mil dólares. De alguna manera me remitió a 2019, cuando la noticia más sonada fue la de Comediante, la instalación de Maurizio Cattelan que consiste en un plátano pegado con cinta adhesiva a una pared y que se vendió por 130 mil euros.

***






Una sala de un museo, cientos de visitantes, teléfonos apuntando, imágenes que dieron la vuelta al mundo. Una anciana en una silla de ruedas lanzó un pastel al cristal que protege la Mona Lisa en el Louvre. ¿Un performance, una protesta? Una desesperada llamada de atención por un joven activista disfrazado de anciana: “¡Todos los artistas te dicen que pienses en la Tierra! ¡Todos los artistas piensan en la Tierra! ¡Por eso hice esto! ¡Piensa en el planeta!” Tomando en cuenta que la temperatura promedio de la superficie del planeta ha aumentado aproximadamente 1.18 grados centígrados desde finales del siglo XIX, la protesta parece pertinente.

Las reacciones no se hicieron esperar –para eso sirven las redes sociales–, desde: “NO es la forma de llamar la atención sobre el cambio climático. Las obras de arte clásicas como la Mona Lisa son un regalo para toda la humanidad; necesitamos proteger el gran arte de todo el mundo” hasta: “Pocas pinturas, incluida la Mona Lisa, sobrevivirán al colapso ambiental. No hay arte en un planeta muerto.” Todas válidas, todas completando el acto público de la protesta.

El lanzamiento de pasteles nunca se ha reducido al acto en sí mismo; comenzó como un acto anárquico que atentaba contra las buenas costumbres y ha terminado como un huracán que atrae atención. Pastelazos históricos ha habido muchos: el de Bill Gates en 1999, el de Godard, Sarkozy… Incluso en México le tocó a la crítica de arte Avelina Lesper después de que descalificó el graffiti como una forma de arte.

**




Son las seis en punto, una sala de subastas, copas de champagne, comienza la puja. Precio de salida, 300 mil dólares… 400, 500, 1 millón 600 mil. Cae el martillo. Vendido. Lo extraordinario no fue el precio que alcanzó la obra, sino la edad de la pintora. Anna Weyant, canadiense, tiene sólo veintisiete años.

Su obra, sin duda realista, sin duda contemporánea, transita entre el retrato y la naturaleza muerta, entre los maestros antiguos y el pop. Sus figuras, a menudo femeninas, tienen una sensualidad que aunque no es tan explícita como la de las obras de John Currin, sí nos remiten al pintor estadunidense. Hay cierto desasosiego pero no incomoda. Lo que sí, no se puede negar, es su maestría con el pincel.

Weyant es la última en acceder al Olimpo de la Gagosian Gallery, lo que muy pocos artistas vivos han logrado, tan joven ninguno.

**





Una (pequeña) sala en una feria de arte: un plátano pegado a la pared con una cinta adhesiva; su título: Comediante; su autor: Maurizio Cattelan; la feria: Art Basel Miami, el año, 2019. La controversia que continuó en un performance impromptu; el artista David Datuna despegó de la pared la fruta y se la comió.

El contexto de la obra es: “símbolo del comercio global”. Al día de hoy se han vendido tres ediciones originales de la pieza a tres coleccionistas privados distintos por un valor de entre 103 mil y 130 mil euros. Como el objeto en sí es efímero, la obra consiste en un certificado de autenticidad de catorce páginas que incluye instrucciones detalladas sobre cómo instalar el plátano.

El mundo del arte es loco, diverso, infinito. Todo cabe, sobre todo la especulación. ¿Qué puede sorprendernos ya?


Anitzel Díaz

Publicado en La Jornada Semanal

https://semanal.jornada.com.mx/2022/06/26/galeria-3700.html


Comentarios

Entradas populares de este blog

Flores: la eternidad de lo efímero

  Pertenecen al Museo de Historia Natural de Harvard; son arte, ciencia, belleza y perfección, y son parte de la colección Blaschka, tan reales que en una fotografía no es posible distinguir que se trata de esculturas de cristal: 4 mil 300 modelos que representan 780 especies de plantas.   Si la naturaleza tiene 3 mil 800 millones de años de experiencia creando formas de vida que se adaptan a todos los ambientes, pregúntale al planeta, allí están todas las respuestas. Janine Benyu     Durante siglos los artistas han observado e interpretado la naturaleza. Una de ellas es Mary Delany, que a los setenta y dos años encontró en un pétalo la permanencia, no sólo de lo efímero, sino de su propio nombre en la memoria histórica. Al reproducir en un recorte de papel una flor, tal como ella la observó en ese momento, la preservó para siempre.  Delany es considerada como la precursora del  collage . Sus obras son reproducciones gráficas minuciosas del mundo natural que la rodea. Usa la precisión

Yo y Cuba, una lágrima, una risa

  Zoé Valdés, escritora cubana (La Habana, 1959) sin duda representa una de las voces más contundentes de la literatura de la isla. Escritora prolífica, debuta como poeta en 1982. Desde entonces cuenta con más de treinta obras publicadas entre novelas, poemarios,  guiones y textos cinematográficos.  En el 2013 gana el premio Azorín por su última novela, "La mujer que llora". La segunda entrega de una trilogía sobre figuras femeninas del surrealismo. Comenzó con La cazadora de astros en el 2007 que habla sobre la pintora Remedios Varo, pasando por la fotógrafa y pintora además de amante de Picasso; Dora Maar en "La Mujer que llora" y terminará cuando publique una novela sobre Lydia Cabrera "la más grande de las escritoras cubanas" En Zoé Valdés  encontramos el disfrute del lenguaje de la calle, del solar. Zoé que siempre trae  a Cuba puesta como una segunda piel.  ¿Se ablandan la yuca en Paris?  -Claro que se ablandan las yucas, ¡y el quimbobó también resba

El tesoro rojo

      No es el filósofo el que sabe donde esta el tesoro sino el que trabaja y lo saca.  Francisco de Quevedo Se sentaban en mi cama. Mira, por esta y hacía con la mano la señal de jurar. Lo sentía, el peso, el rechinido de la cama, niña que se me caían los calzones del susto, decía mi pobre abuela.  Si le hubiéramos creído otro gallo nos hubiera cantado. O no. Ya ni sabe uno. Resulta que eso de los tesoros es real y había uno enterrado en una casa de adobe que rentamos un día  Don Vic  y yo a las afueras de Puebla. Ni me acuerdo cómo fuimos a parar a ese pueblo que hoy será dizque muy bonito, pero en ese entonces eran tres calles de terracería y uno que otro ranchillo. Eso sí, mucha iglesia y campanario. La casa se estaba cayendo, si por eso nos fuimos. Si la niña les hacía tremendos hoyos a las paredes si se descarapelaban todas. Tenía su corral y una huertita. Todo era color adobe, sepia, tierra. Le sembré unos malvoncitos pero nunca se me dieron las plantas, no les tengo paciencia.