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Está bueno ya, que La Habana no aguanta más: Juan Formell

 


500 años de La Habana




"La ceiba de El Templete", uno de los mayores símbolos de La Habana por Miguel Monkc


La Habana surge entre cañaverales y ruidos de maracas, cornetas divinas y marimbos. Y en el puerto ¿quién sale a recibirme? Sale la morena Trinidad de mi niñez, aquella que se paseaba por el muelle de La Habana. García Lorca

La Siesta, óleo de Guillermo Collazo realizado en 1988, es un cuadro donde se observa a una mujer joven recostada sobre una silla, en una terraza que mira el mar. Colores tierra que dibujan la vida de la burguesía criolla que habitó una de las ciudades más bellas del mundo. La pieza se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Como el cuadro La Habana es una ciudad que mira al mar. El letargo del mediodía se desdibuja sobre El Malecón que recorre 8 kms que van de la Habana vieja, pasa por Centro Habana y finalmente desemboca en el barrio del Vedado. Al caer la tarde es el paseo más socorrido por Los habaneros, la música suena, las parejas se toman de la mano, los pescadores discuten de política, los niños juegan. El mundo retoma el ritmo, La Ciudad despierta.

Cuba está de moda, desde mucho antes del 2014 cuando Obama comienza a hablar del cese al embargo al cual ha estado sujeta la isla desde 1960. Se habla de un país  suspendido en el tiempo y es justo esa dimensión de pasado lo que le otorga a su capital, a La Habana, ese halo audaz y contradictorio que a pesar de tener más de 50 años de descuido y deterioro existe en un espacio mucho más humano. Cuba, es uno de los últimos lugares donde la inocencia se esconde de la modernidad.

Enamorada de la ciudad


La Habana comenzó a configurarse en 1519 cuando se construyó la Plaza de Armas, la más antigua y una de las más hermosas de la ciudad, sede del gobierno en tiempos de la colonia. En la plaza, dominada por el Monumento a Carlos Manuel de Céspedes,

se encuentra la Parroquial Mayor, la primera iglesia de la ciudad. Hoy, de manera permanente la plaza acoge una pequeña feria del libro.

De entonces todavía quedan vestigios como El Castillo de los Tres Santos Reyes del Morro, erigido entre los años 1589 y 1630 para proteger la entrada al puerto de La Habana de piratas e invasores. Todavía hoy se escucha el cañonazo de las 9pm, que en ese entonces daba aviso para cerrar la muralla.  Desde las múltiples terrazas del Morro se tiene una espectacular vista de la ciudad.

El barrio colonial de La Habana Vieja, restaurada por el historiador Eusebio Leal Spengler, ofrece un vistazo a lo que fue esta ciudad, la perla del Caribe.  Edificaciones coloniales, plazas arboladas de diseño renacentista, callejuelas que remiten a ciudades europeas. Opulencia escondida tras un mar de gente y ruido. Sí las ciudad siempre está viva, bulle, efervesce.  

Le sigue, por el camino del Malecón, Centro Habana, muestra más fidedigna de lo que es la isla. La mayoría edificios Art Decó, que muestran el paso del tiempo a flor de piel. La belleza del deterioro, un paisaje único en el mundo que ha cautivado artistas y escritores. Uno de los barrios más fotografiados de la isla, donde la vida se da en las calles. Niños y adultos jugando futbol, abuelas en sus mecedoras viendo pasar a la gente. Choferes arreglando sus almendrones (coches de los cincuentas que sirven de taxis comunitarios muy populares) todos gritando, cantando. Uno que otro santero haciendo ceremonias.  

Por el mismo malecón se llega al Vedado, que todavía guarda en sus calles viejas residencias donde se afincó la burguesía. Más allá cruzando el río Almendares, que divide en dos a La Habana, se llega a Miramar, el barrio más aristocrático de la ciudad, donde ahora residen varias embajadas.

La Habana extramuros


Como ciudad amurallada siempre se habló del extramuros, del más allá. La Habana respira arte, música, danza. Múltiples recintos culturales -como el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam (desde donde se organiza la Bienal de la Habana), el Museo Napoleónico (que atesora la segunda colección más importante del mundo sobre Napoleón Bonaparte. Más de siete mil obras provienen de objetos adquiridos por Julio Lobo Olavarría, de origen venezolano (conocido como el zar del azúcar), donaciones recibidas y compras realizadas por la institución), La Fábrica de arte cubano (donde se realizan conciertos, exposiciones, proyección de películas y documentales), Jazz café, El Palenque y sábado de la rumba – dan cuenta de la vida cultural de sus habitantes.

Las playas del Este, con ese azul del caribe y arenas blancas, se encuentran a tan solo treinta minutos en camión desde el centro de la ciudad. La mejor es la más alejada, la playa Santa María, donde se puede pasar un día paseando en catamarán o solo disfrutando de una pizza de camarones del paladar más cercano.

La Habana avanza a pasos lentos hacia una concepción del turismo moderno, una nueva ola de paladares (restaurantes) y hoteles que se van adaptando a la exigencia de nuevos visitantes. Es una ciudad que tuvo muchos amantes  y terminó con un criollo abandonado sabroso. Es una señora que en su decadencia se puede ver su antiguo esplendor en cada esquina. Las calles hablan de un paisaje urbano y social único en el mundo y aparentemente no por mucho tiempo. La Cuba de hoy es el sueño de unos pocos impulsado por un país que ha despertado y le parece mentira lo que está viviendo. El atardecer del malecón sigue siendo el mismo; el silencio envuelve. La naturaleza le gana una vez más al ser humano.







Texto Anitzel Díaz, fotos de Gerardo Luna para NTX

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