Los colores de la lucha feminista
Un grito blanco
Increíble que una semana antes de que se desatara la crisis del coronavirus marcháramos miles de mujeres no solo en el centro de la Ciudad de México; en todo el mundo. El eco de: “Señor señora No sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente; no somos una no somos cien…; somos el grito de las que ya no están” sigue resonando. Se dijo fueron diez mil, se dijo fueron más de cien mil. Fuimos las que fuimos y fuimos muchas. Fuimos todas. Ni una asesinada más. Por favor.
Una pausa azul
Una semana después todo se volvió silencio. El eco se fue diluyendo en otras noticias. ¿Más inmediatas? ¿Más urgentes? Se puso pausa, seguimos en pausa. La parte invisible se evidenció. La violencia de género dentro casa se exponenció.
Lo que queda impreso, casi siempre en la memoria, en el colectivo, son las cifras, las palabras, las imágenes, los símbolos. Quedan metros y metros de hilo carmesí, un gran listón morado en el Iztaccíhuatl, un monumento frente a Bellas Artes, cientos de zapatos rojos desperdigados, una foto con nombres trazados en el Zócalo. Murales, glitter. Una canción. Y siempre más cifras.
Un lazo lila
“Desde la naturaleza y desde lo alto, alzamos la voz y nos unimos al grito de BASTA DE VIOLENCIA DE GÉNERO, porque no hay excusas para el maltrato, porque todas somos una, juntas somos más fuertes, queremos ser libres y vivir sin miedo”. Fue el mensaje que acompañó un gran lazo lila que un grupo de montañistas puso sobre la nieve del Iztaccíhuatl el pasado ocho de marzo.
Un hilo carmesí
Sangre de mi sangre, iniciativa artística que implicó el trabajo de decenas de personas, quienes por más de dos meses hilaron un tejido que simboliza la sangre derramada por los feminicidios y las desapariciones en Jalisco. Más de 70 m2 de estambre color rojo.
Una escultura de colores
Después de la marcha, varias esculturas de Javier Marín resultaron “intervenidas” el autor declaró que espera que su escultura de Francisco I. Madero se mantenga pintada como testimonio de la protesta histórica.
Unas letras blancas
Alrededor de 3,200 nombres de mujeres quedaron plasmados, en la plancha del Zócalo en la CDMX, las cuales han sido asesinadas y desaparecidas desde 2016 a la fecha. Una lucha más contra el olvido.
El colectivo lo conforman mujeres junto con sus hijas, ese día, el 8M una niña de cuatro años rellenaba letras con ayuda de su madre.
Un mural en pasteles
Decidí que la pared de mi negocio fuera voz con arte, lo llamamos “SOMOS LA VOZ DE LAS QUE YA NO ESTÁN” cuenta Elvia Félix de Tijuana.
“Cada camino, lugar y ritmo, se convierte también en una experiencia de gozo y de satisfacción porque nos permite afirmarnos como actoras, como protagonistas y nos hace sentir fuerza y ánimos para seguir avanzando”.
Un zapato rojo (o miles)
¿Qué representa un zapato? para Elina Chauvet la ausencia un “aquí estoy, no tengo miedo”. Un zapato como reafirmación de una idea. La huella, en la sociedad, de lo que habita.
En el 2009, Elina Chauvet, nacida en Chihuahua crea la instalación Zapatos Rojos a partir de una experiencia personal y la desaparición de cientos de mujeres en Ciudad Juárez. Es a través de la visibilidad del objeto que Chauvet ilumina el vacío dejado por madres, hijas, hermanas, esposas. El rojo acentúa: pide ser mirado; hace que el zapato que alguna vez representó la vida sea ahora un testamento de la portadora. Lo mismo que una declaración de dolor. Lo mismo que una protesta.
Los Zapatos Rojos levantan la voz sobre la violencia de género, no solo en México sino en el mundo.
Un monumento morado (antimonumenta)
7 marzo 2019. Con velas y veladoras encendidas feministas, organizaciones no gubernamentales, sociales, trabajadoras, estudiantes, madres y mujeres alzan la voz en busca de la equidad de género con el levantamiento frente al Sears de Bellas Artes.
8 marzo. Se siembra un símbolo de venus color rosado donde se lee: En México 9 mujeres son asesinadas al día ¡Ni Una Más!
Un canto rosa
Por todas las compas marchando en Reforma
Por todas las morras peleando en Sonora
Por las comandantas luchando por Chiapas
Que resuene fuerte nos queremos vivas… suena Vivir Quintana.
Un pañuelo verde
La sociedad quiere ser escuchada, y toma prestada la voz del arte. Es el cambio social que deviene del presente, el que derrama su influencia sobre los artistas y lo que producen. Al mismo tiempo el arte puede provocar ese cambio; puede abrir los ojos e instaurar una memoria colectiva.
Cifras negras
Hoy mientras hacía esta nota, estas eran las cifras. En los primeros cinco meses del año, y en plena etapa de confinamiento por la pandemia del Covid-19, los feminicidios se han disparado en 17 estados del país, en comparación con la incidencia registrada en el mismo periodo del 2019. En más de la mitad de las entidades de México el número de víctimas se incrementó hasta en un 700 por ciento.
Un cuadro de colores
Tras la toma de las instalaciones de la CNDH, una pintura fue intervenida por la hija de Erika Martínez, una pequeña de 10 años víctima de abuso, de quien su agresor permanece en libertad.
Un altar amarillo
En Puebla la ofrenda recuerda la memoria de 96 mujeres asesinadas entre 2013 y 2018.
“El feminicidio de niñas y mujeres no debe tratar de entenderse como un hecho aislado (…) basta de normalizar la violencia, basta de justificar a los agresores”.
La ofrenda se compone de cruces en color rosa y morado y estará expuesta en el patio del Palacio Municipal.
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