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LAS ESTACAS

 


Morelos

Un lugar familiar donde la naturaleza reina.







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Flores: la eternidad de lo efímero

  Pertenecen al Museo de Historia Natural de Harvard; son arte, ciencia, belleza y perfección, y son parte de la colección Blaschka, tan reales que en una fotografía no es posible distinguir que se trata de esculturas de cristal: 4 mil 300 modelos que representan 780 especies de plantas.   Si la naturaleza tiene 3 mil 800 millones de años de experiencia creando formas de vida que se adaptan a todos los ambientes, pregúntale al planeta, allí están todas las respuestas. Janine Benyu     Durante siglos los artistas han observado e interpretado la naturaleza. Una de ellas es Mary Delany, que a los setenta y dos años encontró en un pétalo la permanencia, no sólo de lo efímero, sino de su propio nombre en la memoria histórica. Al reproducir en un recorte de papel una flor, tal como ella la observó en ese momento, la preservó para siempre.  Delany es considerada como la precursora del  collage . Sus obras son reproducciones gráficas minuciosas del mundo natural que la rodea. Usa la precisión

Yo y Cuba, una lágrima, una risa

  Zoé Valdés, escritora cubana (La Habana, 1959) sin duda representa una de las voces más contundentes de la literatura de la isla. Escritora prolífica, debuta como poeta en 1982. Desde entonces cuenta con más de treinta obras publicadas entre novelas, poemarios,  guiones y textos cinematográficos.  En el 2013 gana el premio Azorín por su última novela, "La mujer que llora". La segunda entrega de una trilogía sobre figuras femeninas del surrealismo. Comenzó con La cazadora de astros en el 2007 que habla sobre la pintora Remedios Varo, pasando por la fotógrafa y pintora además de amante de Picasso; Dora Maar en "La Mujer que llora" y terminará cuando publique una novela sobre Lydia Cabrera "la más grande de las escritoras cubanas" En Zoé Valdés  encontramos el disfrute del lenguaje de la calle, del solar. Zoé que siempre trae  a Cuba puesta como una segunda piel.  ¿Se ablandan la yuca en Paris?  -Claro que se ablandan las yucas, ¡y el quimbobó también resba

El tesoro rojo

      No es el filósofo el que sabe donde esta el tesoro sino el que trabaja y lo saca.  Francisco de Quevedo Se sentaban en mi cama. Mira, por esta y hacía con la mano la señal de jurar. Lo sentía, el peso, el rechinido de la cama, niña que se me caían los calzones del susto, decía mi pobre abuela.  Si le hubiéramos creído otro gallo nos hubiera cantado. O no. Ya ni sabe uno. Resulta que eso de los tesoros es real y había uno enterrado en una casa de adobe que rentamos un día  Don Vic  y yo a las afueras de Puebla. Ni me acuerdo cómo fuimos a parar a ese pueblo que hoy será dizque muy bonito, pero en ese entonces eran tres calles de terracería y uno que otro ranchillo. Eso sí, mucha iglesia y campanario. La casa se estaba cayendo, si por eso nos fuimos. Si la niña les hacía tremendos hoyos a las paredes si se descarapelaban todas. Tenía su corral y una huertita. Todo era color adobe, sepia, tierra. Le sembré unos malvoncitos pero nunca se me dieron las plantas, no les tengo paciencia.