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LAS ESTACAS

 


Morelos

Un lugar familiar donde la naturaleza reina.







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El tesoro rojo

      No es el filósofo el que sabe donde esta el tesoro sino el que trabaja y lo saca.  Francisco de Quevedo Se sentaban en mi cama. Mira, por esta y hacía con la mano la señal de jurar. Lo sentía, el peso, el rechinido de la cama, niña que se me caían los calzones del susto, decía mi pobre abuela.  Si le hubiéramos creído otro gallo nos hubiera cantado. O no. Ya ni sabe uno. Resulta que eso de los tesoros es real y había uno enterrado en una casa de adobe que rentamos un día  Don Vic  y yo a las afueras de Puebla. Ni me acuerdo cómo fuimos a parar a ese pueblo que hoy será dizque muy bonito, pero en ese entonces eran tres calles de terracería y uno que otro ranchillo. Eso sí, mucha iglesia y campanario. La casa se estaba cayendo, si por eso nos fuimos. Si la niña les hacía tremendos hoyos a las paredes si se descarapelaban todas. Tenía su corral y una huertita. Todo era color adobe, sepia, tierra. Le sembré unos malvoncitos pero nunca se me dieron las plantas, no les tengo paciencia.

Viajar es llenar los días de mucho

  De olores, sabores, caminos, pasos. De encuentros, vientos, soles. De aprendizajes y descubrimientos.    Viajar es regresar hablando un poco distinto, al menos por unos días. Es no dormir toda una noche; comerse un bocadillo de jamón; echarse una o dos cañas de rubia (sí allá son cañas) y subirse a otro avión. Es asomarse a una ventanilla y ver el umbral del sol.  Una línea naranja eterna en la penumbra. Es reemplazar un océano de luces de una ciudad sin fin, por el mar. Por el verde y el azul. Por tejados rojos y calles de piedra.    Escuchar otra lengua, suave y cadenciosa y muerta de cansancio caminar. Perderse en calles desconocidas, asombrarse. Abrir un balcón y ver la puesta del sol sobre un puente que ilumina los tejados, más allá un río. A la derecha una iglesia, en la parte de atrás el palacio real de un reino que ya no es tal.    Ir calle abajo queriendo alcanzar el sol que va desapareciendo. Pasar por un café, un parque cerrado, un salón de belleza (siempre los hay a monto

La celebridad que otorga el arte

A Fernando Botero lo conocí en marzo del 2012 cuando Bellas Artes celebró sus 80 años con una retrospectiva de su obra. Fue de las primeras veces que tenía una conversación con una celebridad y sí que fue una celebridad, hoy que tristemente se dio a conocer su muerte medios de todo el mundo le rindieron homenaje al artista colombiano. Después de todo su apellido se convirtió en un ismo: “boterismo”.  En aquella ocasión, habamos, sobre todo, de lo que nos apasiona a los dos, la historia del arte. A lo largo de su vida como pintor Botero ha realizado una serie de versiones boterianas de obras universales;  “He sido gran admirador de la pintura antigua por eso les hago un homenaje al mismo tiempo que trato de aprender de ellos”. Ha hecho hasta diez versiones distintas del niño de Vallecas de Valazquez, pero aseguró que nunca lo copió  “Se trata de hacer una versión boteriana de cuadros que son importantes. En la pintura el concepto es lo más importante, más importante incluso que la t