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La ciudadela de los libros


Fue asiento de la primera procesadora de tabaco en la Nueva España, cuartel, prisión, testigo de la Decena Trágica. Ahora se alista para experimentar otra metamorfosis

Por Anitzel Díaz




“Un pintor puede pintar las ruedas de un cañón cuadradas para expresar la inutilidad de la guerra. Un escultor también puede esculpir cuadradas las mismas ruedas. Pero un arquitecto debe usar ruedas circulares. Aunque la pintura y la escultura jueguen un papel espléndido en el campo de la arquitectura, no obedecen a la misma disciplina”. Kahn afirma así la especificidad de la arquitectura. Mientras que sería inconcebible añadir color a una pintura de Picasso o sumar un capítulo a un libro de Hemingway, la arquitectura permite recuperar, adecuar, sumar, transformar y crear espacios nuevos dentro de los ya existentes. Lo que alguna vez fue un cuartel militar, ahora es biblioteca; donde se fabricó tabaco ahora se atesora conocimiento. Un edificio se crea de acuerdo a su función, y el tiempo va marcando las huellas de sus transformaciones; las paredes cuentan historias. La arquitectura significativa es acto de sentido, manifestación de la cultura de un lugar. Tiene una finalidad estética pero también ética. Arte y arquitectura son una misma cosa si atendemos a su fin.

De esta manera se van adecuando construcciones antiguas para usos públicos como el edificio histórico de La Ciudadela. Los arquitectos Bernardo Gómez-Pimienta y Alejandro Sánchez encabezan la labor de transformar esta antigua fábrica de tabaco —donde actualmente se ubica la Biblioteca de México José Vasconcelos— en la Ciudad de los Libros y la Imagen.

En palabras de los arquitectos: “Se intenta releer el edificio y reinterpretar el espacio para recuperarlo y dignificarlo. Se actualizará la construcción de más de tres hectáreas de superficie, conjuntando la belleza de un edificio neoclásico del siglo XVIII con la tecnología actual, sumando una visión comunitaria que incluye funciones de cine, teatro, exposiciones, cafetería y área infantil”.



Es un edificio verde apto para personas con discapacidad visual que continuará la instalación bioclimática que ya funciona en la crujía que acoge el fondo José Luis Martínez. Este sistema es único en México: a través de paneles solares se alimenta el sistema de aire acondicionado y parte de la iluminación, generando así microclimas que preservan los libros y conservan un clima agradable para los visitantes. Además del ahorro de energía, esta tecnología ayuda a reducir la huella de carbono. Fue diseñada por el arquitecto Luis Fernando Guillén, cuya experiencia en intervenciones de edificios históricos incluye la remodelación del castillo de Chapultepec.

El arquitecto Gómez-Pimienta, también director de la carrera de Arquitectura de la Universidad Anáhuac del Norte, se extiende en la historia del edificio: “Lo diseñó un ingeniero militar, Miguel Constanzó. Ideó la parte principal de la estructura con un trazo vanguardista: diseñó una cimentación que consta de bóvedas. Se tardaron casi 20 años en construir el edificio que está prácticamente flotando (hay un piso abajo, por lo que éste se mantiene estable). Mide 175 metros por lado, casi tres hectáreas. Es un edificio claro, simétrico y fuerte. Lo concibió Constanzó pero lo terminó el arquitecto español Antonio González Velázquez, director de Arquitectura de la Academia Mexicana de San Carlos. Tardó tanto en construirse que en él intervinieron tres o cuatro arquitectos”.

Dice que para su remodelación se utilizó la técnica de aplanado de paredes con cal y baba de nopal, en desuso tras el uso del concreto. De la intervención que el arquitecto Abraham Zabludovsky realizó en el sexenio de Miguel de la Madrid, Alejandro Sánchez menciona: “Bernardo, Abraham y yo creemos que la arquitectura debe ser contemporánea. Debe de reflejar el momento en el que se hace. Zabludovsky usaba los patios para la consulta abierta. Bernardo y yo regresamos el edificio a su uso de biblioteca de lectura. Los patios vuelven a ser patios, las crujías son espacios de trabajo”.



“las intervenciones son siempre detonadoras. Se trabaja en que se desocupen las banquetas, levantar tianguis, arreglar los alrededores, en especial los parques de La Ciudadela y Tolsá”.

El edificio guarda la memoria de grandes acontecimientos. Fue construido tras una orden de los reyes de España para levantar una fábrica de tabaco en el siglo XVII. Durante la guerra de Independencia se convirtió oficialmente en Ciudadela, y sirvió como cuartel general y prisión: José María Morelos y Pavón pasó sus últimos días en esta cárcel antes de ser trasladado a Ecatepec para su fusilamiento. Fue testigo de la Decena Trágica. En la madrugada del 19 de febrero de 1913 Gustavo Madero, hermano de Francisco I. Madero, fue brutalmente asesinado, golpeado, pateado; una bayoneta le arrancó un ojo falso. Por algún tiempo, La Ciudadela estuvo a cargo de autoridades militares hasta que en 1944 el presidente Manuel Ávila Camacho concedió parte del inmueble a la Biblioteca de México gracias a las gestiones de José Vasconcelos.

Legado es aquello que permanece cuando nos hemos ido: una obra de arte, un libro, un edificio, una biblioteca. En el proyecto actual los protagonistas serán los libros. Albergará las bibliotecas de José Luis Martínez, Antonio Castro Leal, Jaime García Terrés, Carlos Monsiváis, Alí Chumacero. Será la biblioteca de bibliotecas, cada una llena de historias y naufragios, cada una hablando de las obsesiones y pasiones de sus dueños, cada una compartiendo un pedazo de tiempo.



Varios artistas plásticos mexicanos integran al proyecto. Magali Lara ejecutó un mural en las paredes del área infantil. El artista de origen holandés Jan Hendrix  una escultura de siete metros de altura. En palabras del artista, “la obra es un diálogo simbólico y estético con la historia del lugar al representar conceptualmente una hoja de tabaco, perforada al centro, que parece una espiral que reduce poco a poco su radio. Al mismo tiempo, esta hoja de tabaco hace alusión a una pila de libros”. El escenario para la biblioteca de Carlos Monsiváis dará cabida a un tapete tejido a mano diseñado por Francisco Toledo, con los gatos como figuras principales. Se está diseñando el mobiliario para los interiores; el diseñador Ariel Rojo propone lámparas en forma de libro. A la pregunta de qué opina del arte contemporáneo, el arquitecto Alejandro Sánchez responde: “El arte contemporáneo necesita instructivo. Cuesta trabajo alcanzarlo”.

https://www.bibliotecademexico.gob.mx/

Publicado en Milenio Laberinto

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